miércoles, 18 de enero de 2023

Dilo, otra vez

 Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo

que me quieres, aunque esta palabra repetida,

en tus labios, el canto del cuclillo recuerde.

Y no olvides que nunca la fresca primavera


llegó al monte o al llano, al valle o a los bosques,

en su entero verdor, sin la voz del cuclillo.

Me saluda en las sombras, amado mío, incierta,

esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,


clamo: «¡Vuelve a decir que me quieres!» ¿Quién

teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,

o un exceso de flores ciñendo todo el año?


Di que me quieres, di que me quieres: renueva

el tañido de plata ; mas piensa, amado mío,

en quererme también con el alma, en silencio.

Yo no soy yo

 Soy esta

que va a mi lado sin yo verla; 

que, a veces, voy a ver, 

y que, a veces, olvido. 

la que calla, serena, cuando hablo, 

la que perdona, dulce, cuando odio, 

la que pasea por donde no estoy, 

la que quedará en pié cuando yo muera. 

Tal como estabas

 


En el recuerdo estás tal como estabas.

Mi conciencia ya era esta conciencia,

pero yo estaba triste, siempre triste,

porque aún mi presencia no era la semejante

de esta final conciencia


Entre aquellos geranios, bajo aquel limón,

junto a aquel pozo, con aquella niña,

tu luz estaba allí, dios deseante;

tú estabas a mi lado,

dios deseado,

pero no habías entrado todavía en mí.


El sol, el azul, el oro eran,

como la luna y las estrellas,

tu chispear y tu coloración completa,

pero yo no podía cogerte con tu esencia,

la esencia se me iba

(como la mariposa de la forma)

porque la forma estaba en mí

y al correr tras lo otro la dejaba;

tanto, tan fiel que la llevaba,

que no me parecía lo que era.


Y hoy, así, sin yo saber por qué

No sé qué día fue ni con qué luz

vino a un jardín, tal vez, casa, mar, monte,

y vi que era mi nombre sin mi nombre,

sin mi sombra, mi nombre,

el nombre que yo tuve antes de ser

oculto en este ser que me cansaba,

porque no era este ser que hoy he fijado

(que pude no fijar)

para todo el futuro iluminado

iluminante,

dios deseado y deseante.


Mis ojos

 



Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.

Se descubrieron mudos entre las dos miradas.

Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,

y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.


Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos

se veían, más lejos, y más en uno fundidos.

El corazón se puso, y el mundo, más redondos.

Atravesaba el lecho la patria de los nidos.


Entonces, el anhelo creciente, la distancia

que va de hueso a hueso recorrida y unida,

al aspirar del todo la imperiosa fragancia,

proyectamos los cuerpos más allá de la vida.


Espiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!

¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,

desplegados los ojos hacia arriba un momento,

y al momento hacia abajo con los ojos plegados!


Pero no moriremos. Fue tan cálidamente

consumada la vida como el sol, su mirada.

No es posible perdernos. Somos plena simiente.

Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.